06 - 12 - 2018

Los DDHH reúnen las reglas básicas sobre las cuales la humanidad basa su convivencia


Básicamente, cada 10 de diciembre la comunidad internacional celebra el Día de los Derechos Humanos. Ese día se conmemora la fecha en que la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó la Declaración Universal de Derechos Humanos, en el año 1948.

La declaratoria oficial se produjo en 1950, en virtud de la Resolución 423 (V) de la Asamblea General, en la cual se invitó a todos los Estados y organizaciones interesados a que adoptaran el 10 de diciembre como Día de los Derechos Humanos.

Aunque la Declaración, con su amplia gama de derechos políticos, civiles, sociales, culturales y económicos, no es un documento vinculante, sí ha estimulado la creación de más de 60 instrumentos de derechos humanos, que en conjunto constituyen una normativa internacional de protección y conocimiento de derechos humanos. En la actualidad, el consenso general de todos los Estados Miembros de las Naciones Unidas sobre el reconocimiento de los derechos humanos, promulgados en la Declaración, la fortalece aún más y pone de relieve la importancia de esos derechos en la vida cotidiana.

En efecto, los DDHH están fundamentalmente vinculados a la gente, en todos sus ámbitos de acción.  Es decir, esa idea de que los DDHH son asunto exclusivo de las organizaciones o de los activistas no es cierta. Tampoco que los derechos humanos están asociados esencialmente al conflicto armado y a su impacto en la sociedad.

La historia de los Derechos Humanos atraviesa la vida de los hombres y las mujeres. Tanto así, que las diferentes constituciones de los países, tratados, convenciones y declaraciones internacionales, no son más que el resultado de las históricas luchas sociales y políticas libradas por el ser humano desde las sociedades civiles.

Los Derechos Humanos constituyen el conjunto de reglas básicas sobre las cuales la humanidad basa su convivencia. Y, por tanto, no le pueden ser negados a nadie. No se trata de privilegios que pueden eliminarse discrecionalmente, sino que constituyen características reconocidas a los seres humanos por el simple hecho de serlo. Y por ello, resulta indispensable ver estos derechos en la cotidianidad, mas allá de los graves contextos en los que se suscita su vulneración sistemática o generalizada.

De allí que sea muy importante tener en cuenta que los Derechos Humanos son Universales. Es decir, pertenecen a todos los seres humanos por el mero hecho de serlo. Son inalienables. No se pueden enajenar, nadie puede ser despojado de ellos. Son irrenunciables. No se puede renunciar a ellos, aunque sea por propia voluntad, y por lo tanto son también intransferibles, nadie más que el propio titular puede valerse de ellos.

Son imprescriptibles, es decir, para toda la vida, no tienen fecha de caducidad por ningún motivo. Son indivisibles e interdependientes. Ningún derecho puede disfrutarse a costa de otro derecho, por el contrario, garantizar uno implica la protección a todos. No puede prescindirse de ninguno.

En definitiva, los Derechos Humanos son esenciales para el desarrollo completo de los individuos y también de sus comunidades. Reflejan los estándares mínimos necesarios para que las personas puedan vivir con dignidad.

También garantizan la vida, igualdad, libertad y seguridad y protegen a las personas contra los abusos de quienes están en posiciones de mayor poder. Es decir que los Derechos Humanos reúnen todos los valores que son fundamentales para vivir en sociedad.

De acuerdo con Naciones Unidas “los Derechos Humanos aseguran que un ser humano sea capaz de desarrollarse completamente y usar cualidades humanas como inteligencia, conciencia y talento, para satisfacer sus necesidades, sean espirituales, materiales o de otra índole”.

En definitiva, la Declaración Universal de los Derechos Humanos dice que todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos; tienen derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad; nadie será sometido a esclavitud o a tratos inhumanos; todos son iguales ante la ley; no pueden ser desterrados; tienen derecho a la libre expresión; a buscar asilo en cualquier país; a un trabajo, al disfrute de su tiempo libre, a la educación. Y de igual manera, tienen deberes a la comunidad.

Gracias a la Declaración Universal de los Derechos Humanos, cuyo documento ha sido versionado en 500 idiomas, lo que lo convierte en el más traducido del mundo, la dignidad de millones de personas se ha visto fortalecida, y se han sentado las bases de un mundo más justo. Aunque aún quede camino por recorrer para que las promesas que encierra se cumplan plenamente, el hecho de que haya perdurado en el tiempo es prueba inequívoca de la universalidad imperecedera de sus valores eternos sobre la equidad, la justicia y la dignidad humana.