12 - 04 - 2018

La impunidad es un vacío, es un silencio profundo


En términos jurídicos, la impunidad es la falta de castigo a quien ha transgredido una norma legal, pero es imposible desconocer lo que esa ausencia de justicia provoca en los individuos y en la sociedad. El impacto es aún mayor cuando el hecho que no se sanciona constituye una violación de derechos humanos porque la impunidad propicia la repetición crónica de esas violaciones y la total indefensión de las víctimas y de sus familiares.

La impunidad tiene efectos perversos en la sociedad democrática. Uno de los más elementales y dañinos es que los responsables de los crímenes, al constatar que no hay justicia, cometen nuevos abusos, sin temor a ser castigados. La impunidad le dice a los perpetradores que sus acciones no tienen consecuencias para ellos y allí se genera un círculo peligroso de injusticia y abusos.

Los familiares de las víctimas también son afectados por la impunidad, lo que lo convierte en una segunda agresión. Esa sensación de que los culpables del crimen no son castigados es vivido con gran intensidad emocional y mucho dolor, sin mencionar el sufrimiento que conlleva el participar en el proceso judicial porque de alguna manera se revive el trauma (revisar el expediente, solicitar actas o informes forenses, poner denuncias o someterse a interrogatorios resulta tremendamente estresante).

La impunidad impide a los familiares de las víctimas cerrar el duelo, y poder rehacer su vida. En el círculo familiar genera muy diversas consecuencias, y muchas veces reproduce la violencia al generar deseos de venganza. La ausencia de justicia genera en la familia que ha sido víctima la impresión de estar incompletas.

Por otra parte, existe la imperiosa necesidad de que se conozca la verdad de lo ocurrido, y así desmontar la verdad oficial que oculta los hechos y estigmatiza a las víctimas.

Por eso es tan necesario reconocer socialmente que se trató de un crimen, de una violación a los derechos humanos que no debió ocurrir nunca.

La impunidad también produce efectos perversos en la sociedad: la ciudadanía en general deja de confiar en las instituciones, en especial en el poder judicial, por lo que se debilita la democracia. Pero probablemente lo más relevante, es que reproduce la violencia.

La impunidad, de hecho, es un obstáculo para la paz, porque al amparar a los culpables siembra graves dudas sobre la justicia y la sinceridad del proceso desarrollado con miras a obtenerla.

En nuestra experiencia de acompañamiento a familias víctimas de violaciones a los derechos humanos, la palabra impunidad ha adquirido diferentes significados: “(…) es un silencio profundo” expresó Graciela Fajardo, líder del Comité de Familiares de Víctimas de abusos policiales y militares del estado Anzoátegui COFIVANZ en uno de los talleres de apoyo psicosocial realizado por COFAVIC.

“La impunidad es un vacío, es una lucha permanente, es buscar una respuesta y no encontrarla (…)”, dijo la madre de un joven asesinado en el estado Aragua por presuntos funcionarios policiales. “La impunidad es cuando no te toman en cuenta el caso y te lo archivan, no hay solución (…), la asocio con rabia e impotencia”, expresó Hilda Páez madre de Richard Páez asesinado en los hechos del Caracazo en 1989.

Estas expresiones muestran que la impunidad en Venezuela, más que un término jurídico, es una experiencia, un relato, una historia. Algunas víctimas refieren incluso olores, sensaciones y hasta sabores.

Para una persona que ha acudido a denunciar un abuso o un crimen ante las autoridades, o ante alguna instancia en busca de protección y mediación frente a un conflicto, la falta de respuesta oportuna, de una debida diligencia, aumenta la sensación de indefensión y desprotección, lo que afecta su identidad y confianza, pero en especial, la manera de reconocerse como parte de un sistema que debería tomar en cuenta sus derechos y está allí para mediar de manera independiente frente a los conflictos, facilitando la convivencia y contribuyendo a la co-existencia entre personas y grupos con diferentes pensamientos e intereses.

Para una víctima de violaciones a los derechos humanos, la impunidad cobra un sentido mayor, puesto que favorece la re-victimización a través de la inacción del Estado. La impunidad produce un silencio que aísla y culpabiliza a la propia víctima, lo que le quita responsabilidad al perpetrador, y propicia una forma de opresión social y cultural, con enormes repercusiones en la salud física y psicológica de la persona.

Adicional a esto, la falta de castigo a los responsables de violaciones a los derechos humanos contribuye a fomentar en las víctimas una cultura de miedo, que se ve reflejada en la no denuncia, la sensación de desamparo, desesperanza, que nadie puede protegerles y que no existen opciones para próximas víctimas. Fomenta la culpa e impide las respuestas organizadas de individuos y grupos.

Sin embargo, la lucha contra la impunidad, a lo largo de la historia de la humanidad, ha inspirado y movilizado a miles de personas en torno a la verdad, al restablecimiento de la dignidad, por tanto, el mejor antídoto para reducirla ha sido la denuncia, el contar y mantener las voces de quienes se han sentido dañados o afectados, haciendo colectivo un propósito basado en la universalidad de los derechos humanos, el cual pese a los esfuerzos de los perpetradores, pasa a transmitirse de una generación a otra.