18 - 05 - 2017

Huellas de tortura en las víctimas y la sociedad


Toda práctica de tortura, trato cruel, inhumano o degradante, constituye una violación grave a los derechos humanos, en especial por su intento de minimizar o afectar la dignidad de las víctimas, los grupos y la sociedad en su conjunto. Los efectos de la tortura no se pueden analizar sólo desde el punto de vista de quienes la experimentan y de quienes la infligen, o la permiten. La misma es una expresión de una dinámica de intolerancia, discriminación, abuso de poder, impunidad, sometimiento y deshumanización, cuyos efectos quedan muy arraigados en el tiempo y en la historia de un país.

Entre los métodos de tortura reconocidos por instrumentos nacionales e internacionales de protección de los derechos humanos y recogidos en el Protocolo de Estambul (ONU) destacan: traumatismos causados por golpes, puñetazos, patadas, latigazos, golpes con alambres o porras, caídas; torturas por posiciones forzadas como suspensión, estiramiento de los miembros, limitación prolongada de movimientos; quemaduras con cigarrillos, instrumentos calientes, líquidos hirviendo, sustancias corrosivas o irritantes; choques eléctricos; asfixias con métodos húmedos o secos, ahogamiento, sofocación y estrangulamiento; lesiones por aplastamiento o penetrantes, como puñaladas o heridas de bala; violencia sexual sobre genitales, vejaciones.

También son consideradas prácticas de tortura, algunas condiciones de detención como celdas pequeñas y hacinadas, confinamiento solitario, condiciones antihigiénicas, falta de instalaciones sanitarias, administración irregular y poco salubre de alimentos y agua, exposición a temperaturas extremas, negación de toda intimidad y contacto con el mundo exterior, desnudez forzada; privación de la estimulación sensorial normal, como sonidos, luz, sentido del tiempo, aislamiento, manipulación de la luz de la celda; desatención de necesidades fisiológicas, restricción del sueño, alimentos, agua; instalaciones sanitarias deficitarias; limitada atención médica; humillaciones como abuso verbal; amenazas de muerte o daños a la familia, a nuevas torturas, a ser encarcelado; las ejecuciones simuladas.

Entre otras técnicas psicológicas consideradas tortura por su lógica de pretender disminuir o desbordar al individuo destacan: exposición a situaciones ambiguas o mensajes contradictorios;  agudización de la sensación de desvalimiento; inducción forzada a la víctima de presenciar torturas u otras atrocidades que se están cometiendo con otros; traiciones forzadas.

Todas estas prácticas son consideradas crímenes de lesa humanidad y por tanto, resultan imprescriptibles y susceptibles de ser investigadas y sancionadas internacionalmente.

La tortura deteriora de manera significativa la calidad de vida y las posibilidades de desarrollo de las personas y los grupos.  Produce incertidumbre y miedo, tiene como objetivo intimidar a personas, grupos, líderes y a la población, estigmatizarla y generar sumisión y desesperanza. Rompe el tejido social y profundiza la polarización.

Asimismo, coloca a prueba a los sistemas de justicia de los países, puesto que si persiste la impunidad, también persiste la desigualdad y la ausencia de garantías sociales. Afecta los procesos de participación comunitaria, fragmenta los procesos organizativos y de relaciones entre grupos y en especial inhibe y dificultad la activación de mecanismos alternativos y pacíficos de resolución de conflictos, principio esencial para la convivencia democrática.

Si has sido víctima de tortura, tratos crueles inhumanos y degradantes es importante buscar apoyo legal, médico y psicológico. Es importante atender todas las consecuencias que estas experiencias han dejado en ti y en tu familia. Para ello es importante contactar a instituciones y/u organizaciones de tu confianza que puedan brindarte apoyo.

Las víctimas con frecuencias relatan la dificultad que tienen posterior a la experiencia y una vez en un ambiente seguro, la imposibilidad para sentirse seguro y confiando en espacios en los que antes eran sus referentes, tales como su hogar, su trabajo, su comunidad. Asimismo, describen problemas para concentrarse, recordar datos, direcciones o incluso para orientarse en ambientes ya conocidos por ellos. La tortura afecta funciones tan importantes como el ciclo de sueño, el apetito y algunas funciones digestivas. El cuerpo luego de vivir experiencias de estrés extremo, suele tomarse un tiempo para retomar dichas funciones, por ello es importante tener paciencia y comprender que estas reacciones son esperadas y que pasará un tiempo antes de que desaparezcan, pero que con ayuda es posible que las mismas mejoren.

También se ha encontrado en víctimas de tortura, pérdida de interés por las cosas que antes le generaban placer, sentimientos de tristeza y depresión, todo esto asociado a la violencia experimentada y la sensación de indefensión, pero también a los cambios en el entorno y el proyecto de vida con los que las víctimas tienen que lidiar. Muchas de ellas se hacen muchas interrogantes sobre lo ocurrido y suelen hasta llegar a sentirse responsables de la misma, al igual que sus familiares. Sentimientos que producen mucho malestar emocional y que suele afectar las relaciones interpersonales.

En ese sentido, es muy importante reconocer la tortura como una violación grave a los derechos humanos, que debe ser denunciada y sancionada, que los daños a las víctimas deben ser reparados y que la sociedad y el Estado deben promover y hacer efectivos todos los mecanismos disponibles para su erradicación.

Desde COFAVIC te animamos a denunciar y contactarnos en caso de haber sido víctima de tortura.